(Apuntes y lecturas para las jornadas de Izquierda Abierta (20/9/14)
sobre los retos en Europa)
Lluís Camprubí
El retorno de las rupturas, reformas y transformaciones.
El título
de la sesión, planteando el dilema “ruptura
o transformación en la UE ”,
me ha hecho recordar algunos de aquellos dilemas históricos (o disyuntivas
estratégicas) sobre los que la izquierda ha estado debatiendo apasionadamente
desde hace décadas. Ya hace tiempo fue el “reforma o revolución” y más recientemente,
en nuestro entorno sobre la transición, fue el “reforma o ruptura”. Es
interesante señalar la polisemia de ruptura, ya que mientras en la transición
hacía referencia a la cualidad e intensidad del cambio, en la sesión de hoy
entiendo que se señala ruptura en el sentido de reventar y despiezar
(controladamente o no) el área política, económica y/o monetaria en la que
estamos inseridos.
De todas
formas, seguramente el dilema más vigente es el de “(eco)socialismo o barbarie”; y la disyuntiva si “en un solo país” el (eco)socialismo es
posible, la pregunta que deberíamos intentar responder. Les anticipo que mi
respuesta es no. Por lo tanto, descarto la ruptura de la UE y/o de la EuroZona (o UEM)
como estrategia activa a seguir por parte de la izquierda transformadora.
Apunto en formato titular algunas de las razones: la escala de la UE es un nivel desde el que al
menos se puede intentar una harmonización de derechos y regular/domesticar el
capitalismo globalizado, neoliberal y financiarizado en el que también estamos
inseridos (y del que no se saldría en caso de vuelta al estado-nación y a la
peseta); una vuelta a los estados-nación implica austeridad auto-impuesta y
prácticas y normas basadas en la rebaja de estándares (fiscales, laborales,
ambientales y regulatorios) como estrategia competitiva; poder regular un
mercado interior implica disponer de un área político-democrática equivalente;
y “salir del euro” tiene a) unos costes de transición muy grandes, b) en el
corto y medio-plazo un impacto económico durísimo (recomiendo las ponencias de
las jornadas de la revista SinPermiso al respecto [1]
[2]
o este artículo de A. Ramírez [3]
), c) unas derivadas políticas que nos alejan de cualquier profundización del
área político-democrática de referencia y del área de solidaridad deseada, así
como, aunque parezca superfluo, d) unas complejidades técnicas que en este caso
no son menores y lo convierten –si se pretende hacer de forma controlada y
democrática y con unos trade-offs
asumibles- en una tarea cuasi imposible, como señala Eichengreen [4].
Recuerda recurrentemente un buen amigo que en casi todas las esferas de la vida
no es lo mismo salir que no haber entrado.
Sin embargo,
seguramente podemos estar de acuerdo que el diseño de la UE , el sesgo que impregna los
tratados y la arquitectura institucional de la EuroZona favorecen la
aplicación de políticas neoliberales, la incapacidad de respuesta frente a
shocks asimétricos, y unas ayudas a los países miembros con dificultades de
financiación basadas en una condicionalidad no definida en instituciones
legitimadas democráticamente. Ser capaces de poder criticar las insuficiencias
y perversidades del actual marco de la
UE y la EZ ,
y sin embargo no proponer soluciones de repliegue nacional [5]
(aunque estén apoyadas en el análisis compartido que así no podemos seguir),
debería ser hoy la tarea política principal.
Y plantear un horizonte de
esperanza en el largo plazo basado en una soberanía popular a escala europea
debería ser el motor para nuestra acción política. Todo esto me lleva a huir
del dilema “ruptura o transformación” y plantearles un reenfoque basado en una
propuesta secuencial y solapada (desde la asunción de la complejidad del reto).
Así que cogiendo varias de las palabras fetiche aparecidas, les propongo que
-conjuntamente y de forma tranquila en este y futuros encuentros de las fuerzas
aquí representadas- podamos repensar el reto europeo en distintos estadios: a)
cambios posibles con los actuales tratados; b) reforma de los tratados, que
permita la aplicación de políticas alternativas a escala europea; c)
transformación de las orientaciones políticas dominantes.
Pinceladas de contexto y tendencias
Aunque
naveguemos en “uncharted waters”, y
algunos apelen a aquello de los momentos de crisis “gramscianos” (lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no
acaba de nacer) para insinuar un futuro más esperanzador, parece necesario
intentar prever los escenarios más probables y las tendencias globales de hacia
dónde nos dirigimos. Tanto por aquello de no generar frustraciones adicionales,
como por diagnosticar con cierta precisión, como por lo de intentar adecuar
propuesta, táctica y estrategia.
Todo apunta
a una degradación (que no superación) del capitalismo, de la democracia
representativa, de las condiciones de vida y del medio ambiente. Recomiendo en
este sentido leer las recientes tribunas de Wolfgang Streeck sobre las
perspectivas del capitalismo en su fase actual [6]
y de la democracia representativa [7]
. En la primera señala tres tendencias de fondo desde hace décadas que además
se retroalimentan: la tendencia decreciente de los niveles de crecimiento económico,
el aumento del endeudamiento público y privado, y el aumento de las
desigualdades socioeconómicas.
Ciertamente
el futuro no está escrito y depende de la acción colectiva y las correlaciones
de fuerza, pero también conviene tener presente las barreras estructurales,
dificultades y limitaciones para impulsar una reversión en un sentido de
progreso de la involución generalizada en todas las esferas. Permítanme la
inmodestia y el auto-bombo de auto-citarme un artículo reciente [8]
en el que intentaba listar los obstáculos y fuerzas opuestas que a mi entender
existen para aplicar en el corto plazo un programa de izquierdas en nuestro
entorno (hecho que, sin embargo, es imprescindible y urgente). Telegráficamente
serían: el aumento de la desigualdad política, los límites de la política monetaria,
la regresividad creciente de las políticas fiscales, la hegemonía neoliberal,
el destrozo de las organizaciones populares, la falta de un horizonte alternativo,
la financiarización de la economía, el paro y la precariedad, el desplazamiento
del poder hacia el ejecutivo y hacia agencias no democráticas, y la desconexión
entre fuerzas políticas y “representados”. En este sentido también recomendar
la lectura [9]
del reciente libro de James K. Galbraith “The
end of normal” dónde se sitúan algunos de los factores estructurales
(energía y re-concentración del sistema financiero, entre otros) que hacen
imposible tan siquiera volver sostenidamente a unos estándares económicos
pre-crisis 2008 o menos aún de los años dorados (1945-1973).
Sin negar la
importancia y potencia política de las utopías de recambio (en expresión de
Marina Subirats) y de la ilusión (generalmente pivotando sobre aspectos
post-materiales) como motor positivo, es de justicia entender sus límites e
insuficiencias para transformar y mejorar las condiciones de vida de la gente.
Por ello me limitaré a los aspectos que considero centrales para evitar la
espiral de degradación en la que estamos inseridos. Sin abordar estos aspectos,
un muy deseable cambio/recambio institucional de mayorías –especialmente en la
escala estatal- puede verse al cabo de poco tiempo experimentando la
frustración de no poder tirar adelante las mejoras en derechos, igualdad y
bienestar prometidas. Es por esto que creo que la fuerza, la pasión y el empeño
que ponemos en las discusiones sobre las superestructuras a escala estatal,
también deberíamos empezar a ponerlas a escala europea.
Especificidades de la crisis en Europa: “O ecualización de marcos o barbarie”
Al analizar
la situación socio-económica en Europa y sus impactos, creo que es importante
no olvidar ninguno de estos 3 factores: Crisis económica, austeridad y
contra-reformas estructurales [10].
Es la suma y las interacciones de los tres lo que nos ha llevado a la situación
actual, excepcional, y que nos puede abocar a una tercera recesión con el
agravante deflacionario.
Algunas
pistas sobre la situación actual nos la da cómo se ha realizado la construcción
europea en las últimas décadas: realizada bajo hegemonía neoliberal; bajo una
lógica de intergubernamentalismo; con trasnsferencia de poder a agencias y
organismos sin legitimación democrática directa; y con desajuste entre marcos.
A parte de la hegemonía y orientación
neoliberal (también dominante en España, no está de más recordarlo para
prevenir coartadas replegacionistas), la principal causa y agravante de la
especificidad de la crisis socio-económica en Europa y en los distintos países
ha sido el disloque entre marcos o áreas geográficas: a) la político-democrática (escala
estado-nación; la UE
no tiene una estructura de validación y legitimación democrática equiparable
para los aspectos que han asumido de hecho algunas de sus instituciones); b) la
monetaria (eurozona); c) la de integración económica (la UE más adjuntos); y d) la
fiscal (hacienda y unión de transferencias a escala estatal; fijación de
orientaciones en política fiscal por parte de conglomerados de “federalismo
autoritario” tipo Troika). Las diferencias entre estas áreas (lo hagamos
analizándolo a pares o las cuatro a la vez) es uno de los factores que nos
puede ayudar a entender parte de la impotencia política que actualmente
experimentamos.
A ello hay
que añadirle cómo se ha realizado el proceso de integración europea (en
expresión de Bickerton “de los
estados-nación a los estados-miembro [11] ) con un diseño intergubernamental de
toma de decisiones significativas dónde se vacía de contenido a las
instituciones estatales y, al mismo tiempo, éstas se conviertan en sordas
(intencionadamente o no) a las reivindicaciones populares. Esta
desresponsabilización aparente es lo que hace la actual arquitectura
institucional perfecta para la aplicación de la agenda de los sectores
dominantes y a la vez letal para cualquier atisbo de ejercicio de soberanía
popular y acción política a escala europea.
Los
desajustes entre áreas es también lo que nos sitúa en la camisa de fuerza del
trilema de Rodrik [12]
entre área democrática estatal y área de integración económica europea. Planteaba
Rodrik en un artículo reciente: In Europe , economic policy needs more democratic
legitimacy, not less. This can be achieved either by significantly
strengthening democratic deliberation and accountability at the EU level, or by
increasing the autonomy of the member states to set economic policy. In other
words, Europe faces a choice between more
political union and less economic union. As long as it delays making the
choice, democracy will suffer. Es decir, el dilema es mayor unión
política o menor unión económica. Les indicaba al principio las consecuencias a
mi entender regresivas del repliegue político nacional y de la salida de la UEM
(y la incapacidad de construir un proyecto de democracia avanzada, justicia
social y bienestar en un solo país), así que, a pesar de las dificultades y
enormidad del proyecto, la apuesta a seguir debería ser profundizar en la unión
política.
De central
importancia es el disloque entre el área monetaria y el área política y el área
de las haciendas. El diseño y mandato del BCE lo limitan para ejercer las
funciones típicas de un Banco Central (teniendo en cuenta además la paradoja de
la irresponsabilidad que sufre, según palabras de Martin Wolf “A
central bank responsible to several governments is accountable to none”).
Es esta
falta de una fiscalidad, sistema de transferencias y hacienda comunes la que no
permite una respuesta a los shocks
asimétricos y que hayan estabilizadores (automáticos o no) que permitan
inversiones según necesidad.
Este
desajuste entre marcos permite también entender (que no compartir en su
concreción) la petición muy extendida entre las sociedades “prestadoras” de
querer tener control político sobre los créditos o transferencias a los países
destinatarios.
Si ponemos
atención a la fase de la crisis que se ha ido denominando como la de la “crisis de la deuda pública” podremos
entender algunas claves. El aumento imparable de la prima de riesgo podía
atribuirse a distintos factores (inter-relacionados entre si): unas
perspectivas económicas en algunos países muy negativas, operaciones
especulativas contra las deudas públicas basadas en un escenario de “pánico”,
una “consolidación fiscal” que producía los efectos inversos a los que decía
buscar (era y es evidente que la “austeridad expansiva” era un oxímoron con la
intención real de estrangular a los servicios públicos), y especialmente a la
incapacidad/bloqueo del/al BCE para que ejerciese cómo tal (prestamista de
último recurso). Ha quedado bien demostrado que fue la intervención del BCE [13]
(Draghi) la que revirtió esa tendencia. Algún otro día será interesante
analizar los cambios entre la orientación de la era Trichet y la de Draghi, o
los límites de la política monetaria en solitario, pero no es el tema de hoy.
Lo relevante es entender que esa acción (que con unos marcos ecualizados y no
tan secuestrados ideológicamente se hubiese producido o se hubiese dado por
supuesta de inmediato) tuvo lugar después (no antes) de la aceptación de una
condicionalidad (el pack de contrarreformas estructurales) agendadas e
impuestas al margen de cualquier soberanía popular (parece lógico también
pensar que esa condicionalidad fue la clave para levantar las oposiciones
frontales de los sectores más reacios a cualquier intervención) .
Así mismo,
el no solapamiento entre áreas permite entender alguna de las perversidades
futuras del TTIP [14].
La ampliación del espacio de integración económica sin la correspondiente
ampliación del área política-democrática para poder al menos regularlo es la
garantía que blinda las consecuencias del TTIP: la rebaja de estándares, la
estrategia competitiva a la baja, el descontrol democrático sobre los servicios
públicos y un nuevo “constitucionalismo” que prioriza derechos de los
inversores por encima de los derechos de los ciudadanos.
Las
crisis del estado-nación que van apareciendo en distintos lugares de la UE (M) (en cada uno con
expresiones y especificidades muy diferentes) son seguramente síntomas de estos
disloques. No deberían pues desvincularse de la incapacidad de los
estados-nación de dar respuesta a lo que antes daban.
Todo
esto me lleva a una conclusión, que espero no se malinterprete. En la
actualidad, con el actual estado de cosas, un poquito de TINA a escala estatal sí
que hay (aquello del There Is No
Alternative). Es evidente, por ejemplo, que a nivel estado-nación hay
ciertos márgenes en el ámbito fiscal (relativa discrecionalidad de gastos e
ingresos, y por supuesto una autopista en el combate del fraude fiscal) pero no
ya la soberanía ni la capacidad de decisión que algunos quisieran. En sus
inicios, los voceros de la derecha que iban con la letanía del TINA seguramente
lo usaban a modo de justificación burda de sus políticas y con una evidente
voluntad de profecía auto-cumplida. Otra cosa son los de hoy. Simplemente la
derecha política y económica es acomodaticia a la situación, les es muy
funcional y están encantados con la situación real de recorte y estrechamiento de
los márgenes de actuación. Especialmente en los países de la periferia europea.
Seguramente pues, para que podamos decir y hacer que “sí, hay alternativas”,
tenemos que empezar a construir la alternativa a escala europea, que insisto
una vez más, pasa necesariamente y previamente por la ecualización de marcos a
ese nivel.
Principales retos para Europa
A mi
entender, los principales retos políticos están en la dimensión europea.
Permítanme pero que únicamente los liste ya que creo que debe ser la tarea
principal de los partidos empezar a pensar colectivamente cómo abordarlos. Y
seguramente parte de la confluencia deseable entre las fuerzas aquí
representadas pasa también por pensarlo conjuntamente. Haríamos bien en admitir
que, para la mayoría de ellos, aún no tenemos respuesta ni propuesta concreta.
De momento, me conformaría con que empecemos a ver que éstas son las preguntas
relevantes que nuestra cohorte (el
conjunto humano que está viviendo estos tiempos, independientemente de su
generación) debería hacerse.
*Retos
institucionales
-Cómo romper
la grosse-koalition gobernante en
Europa. Pre-condición necesaria para programas políticos y mayorías
alternativas.
-Cómo
componer la unidad (primero de acción y programática) de las familias de la
izquierda roja y verde en la política europea.
*Retos
en la acción política
-Cómo
acompañar y empujar (son tiempos excepcionales seguramente) las medidas
expansivas y de estímulo fiscal (y monetario en el margen que quede) que
sectores de la gobernanza europea empiezan a proponer. En este sentido quizás
deberíamos empezar a disponer de un análisis fino de los matices que los
distintos sectores expresan.
-En el
supuesto que la izquierda alternativa alcance el gobierno en algún país, cómo ejercer
inteligentemente el derecho de veto en el Consejo Europeo de forma que
contribuya a reconducir orientaciones.
-Cómo dar
respuesta a la urgencia social a escala europea, siendo cómo son en el mejor de
los casos, lentos y en el largo plazo los cambios estructurales que entendemos
que son necesarios.
*Cambios
en la hegemonía
-Empezar a
preguntarnos con qué alianzas (cómo construimos el bloque histórico) entre
distintos grupos sociales y con qué acuerdos políticos con otras mediaciones
políticas (qué evidentemente están alejadas social, geográfica y políticamente
de lo que aquí pretendemos representar) queremos vertebrar la construcción de
una Europa federal-democrática y con unión fiscal y de transferencias. Éste es
a mi entender El Reto en política de alianzas. Si es que entendemos que una
Unión Europea con las áreas ecualizadas (es decir, una unión política
federal-democrática, fiscal, económica, monetaria y bancaria) es una
pre-condición necesaria para cualquier acción política democrática y de ejercicio
de la soberanía popular. Sin embargo hay que asumir que en la actualidad
significativos sectores liberales y de la democracia cristiana están encantados
con el actual desajuste entre marcos, y que en las condiciones actuales de
derrota de la izquierda social y política no ven ninguna necesidad de pactar
(como sí había pasado en otros momentos históricos).
-Cómo
revertimos la pulsión creciente al repliegue nacional que va apareciendo
elección tras elección (este domingo pasado en Suecia y Alemania sin ir más
lejos). Lo que conlleva, el cómo convertir en mayoritario la necesidad de
ampliar las áreas fiscales, es decir, las áreas de transferencia o las áreas de
solidaridad. Y el desmontaje ideológico de las concepciones fiscales
insolidarias. Es decir cómo pasamos del repliegue nacional como propuesta de
salida de la camisa de fuerza del trilema
de Rodrik a una gobernanza democrática a escala europea (con los
instrumentos fundamentales de cualquier estado-nación, eso sí, sin olvidar la
consolidación e importancia de los estados-nación).
-Cómo
construimos el demos europeo. Es un
hecho que actualmente no existe. Las iniciativas top-down desde las instituciones europeas (movilidad, discursividad
tipo “estamos en el mismo barco” o “compartimos valores,….”) bienvenidas sean
pero no serán suficientes. Así mismo,
las políticas que favorezcan la solidaridad pueden crear vínculos por la vía de
los hechos (aunque si no se hace cuidadosamente puede generar efecto rebote
desde posiciones de repliegue). No hay recetas mágicas. Evidentemente pasa también
por impulsar iniciativas políticas transnacionales. La propia acción política
es un constructor formidable. Quizás también tendremos que tomar apuntes sobre
cómo germinó de una forma rápida una identidad antifascista compartida y los
vínculos de solidaridad (aunque el contexto fuese absolutamente diferente). Y
así mismo empezar a tejer no institucionalmente redes de solidaridad
compartidas para paliar algunas de las necesidades básicas no resueltas.
*La UE y su política exterior
-Hemos visto
como algunas de las principales intervenciones en política exterior de la UE (como bloque formal o
informal) han contribuido al empeoramiento y degradación de la situación de los
países a los que se pretendía “ayudar”. Ello nos lleva a varios retos, para los
cuáles seguramente aún no tenemos los criterios y herramientas políticas que
nos permitan establecer una propuesta coherente ex ante frente a la mayoría de conflictos desde unos valores de
izquierda y desde la perspectiva de la UE. Cómo discriminar lo que pueden ser políticas
legítimas para no perder áreas de influencia de lo que son políticas ofensivas
para ganar áreas de influencia a costa de los equilibrios geoestratégicos. Cómo
evitar los desarrollos imperialistas y de “regime
change” de los conflictos que legítimamente podrían caer en el paraguas “responsability to protect” (actos de
genocidio, limpieza étnica, crímenes de guerra y contra la humanidad).
*Soldar
el corto y el largo plazo
-Cómo
construir una hoja de ruta gradualista compatible con las transformaciones
profundas requeridas. Es decir, cómo hacer compatible una propuesta para la
acción política inmediata como la Modest Proposal
de Varoufakis, Galbraith y Holland [15]
que no requiere una modificación de los tratados y que puede dar una respuesta
inmediata a la situación de emergencia en la que estamos, con aquellas
propuestas políticas más para el largo plazo que requieren una modificación
profunda de los tratados [16]
como es la propuesta-manifiesto para una unión política del euro, lanzada por
Piketty, Rosanvallon y otros [17]
y las propuestas para avanzar hacia una unión política y fiscal europea,
lanzada por grupos de académicos como Glienicker [18]
o Eiffel [19].