lunes, 7 de octubre de 2013

Epílogo: la aparición en el debate sobre la independencia de la salida de la UE y la UEM. Duelo y negación.





Escribí esta columna anterior (un poco larga, disculpas) durante la primera mitad de septiembre (aquí en catalán) con la mezcla de sorpresa y preocupación por la ausencia del factor “UExit” en la centralidad del debate (había intentado también expresarla en el primer artículo). Hasta entonces, a pesar que distintas voces (aquí un ejemplo, pero hay muchísimos) ya habían alertado que la independencia de Catalunya implicaba la salida de la Unión Europea (y sus espacios derivados como es la UEM) y que se requeriría unanimidad de los Estados Miembro para su “re-entrada”, la cuestión no había permeabilizado en el debate, siendo tan relevante en un debate sobre soberanías. Filias y fobias al margen, han tenido que aparecer voces muy cualificadas de las instituciones europeas ( El vicepresidente de la Comisión Europea, la portavoz de la Comisión Europea , el portavoz del Parlamento Europeo o el ex juriconsulto del Consejo Europeo) para hacerlo aflorar. Y aún así, guste o no, hay quién se resiste a asumir la realidad del derecho internacional y comunitario (y cómo funcionan la política y las relaciones internacionales, dicho sea de paso).  Voces próximas igualmente cualificadas han seguido insistiendo en la cuestión, como Muns o Granell, e incluso opiniones en el mismo sentido pueden leerse tirando de hemeroteca de los más altos responsables de CiU. Cuesta entender el empeño de muchas personas en no asumir que el independentismo también tiene problemas, así como los mecanismos mentales para negarlos. Podemos discutir si la UExit es un problema o El problema, si los costes son asumibles o no en función de lo que se esté dispuesto a sacrificar, pero no puede minusvalorarse el hecho. Lo que sí es evidente es que la argumentación que la independencia es para vivir mejor se desmorona. La discusión pasa a ser cuánto peor van a ser las condiciones de vida de la sociedad. La perspectiva de salir de la UE ciertamente da miedo, pero eso no le quita un ápice de realidad (un apunte: para impulsar un proyecto alternativo, el camino no es señalar simplemente los errores de otro, aunque tenerlos presente parece relevante en este caso).  

Resulta curioso después de tanto hablar de soberanías que algunos no hubieran pensado en Europa. Que nadie se enfade, pero no se pueden mezclar deseos y realidades. Honestamente, y desde el mayor respeto (ya que tiendo a pensar que son los cuadros políticos y sociales dirigentes del proceso quienes les habían silenciado la cuestión), vistas en conjunto, la amalgama de reacciones del independentismo ilusionado se asemejan mucho  al patrón de las 5 fases del duelo, a veces de forma desordenada: Negación, Ira, Negociación, Depresión y finalmente Aceptación (espero que se llegue a la aceptación, si no se hace muy difícil reflexionar e intervenir sobre la realidad). Y ahora mismo, con mucha gente dentro de la fase de negación, tristemente aparecen demasiadas similitudes con las fases/estrategias del negacionismo del cambio climático: Negación que el problema exista, Negación de ser la causa (como hecho, no en ningún sentido de "culpa"), Negación del consenso sobre el tema (recurriendo a la difusión de informes –generalmente poco rigurosos- paralelos para parecer que es un tema en disputa), y finalmente Negación que sea un problema (con dos variantes: sosteniendo que acabaría siendo una suerte, delirante en el caso catastrófico de la salida/expulsión UEM/Euro o pensando que se podría renegociar la entrada desde una posición de fuerza). Es posible que las analogías sean desafortunadas, disculpas otra vez, pero no lo sé explicar mejor. Ciertamente todo es negociable políticamente (tanto pre- como post-), pero hay que entender el terreno de negociación, los cambios que se producen, las debilidades adquiridas, los incentivos y asumir cuándo uno es la parte frágil. No hacerlo resulta grotesco, ridículo e irresponsable. Si el caso es que determinadas llamaradas forman parte del faroleo negociador hay que tener cuidado ya que éstas tienen un impacto en la gente que las compra, de manera que aumenta el riesgo de pasarse de frenada.